Las actrices Aitana Sánchez-Gijón y Alba Flores, en el reparto.

Troyanas, una de las más conocidas tragedias de Eurípides, llega al Teatro Góngora (20.30 horas) en una versión  de Alberto Conejero que traslada la acción a la ciudad siria de Alepo, en una extensión del horror de las guerras  a cualquier tiempo y a cualquier lugar del mundo. La directora del montaje, Carme Portaceli, firma una puesta en escena con acento feminista y antibelicista para mostrar el dolor, la dignidad y el coraje de la mujer víctima de los conflictos armados,  doblemente perdedora por ser hembra. Aitana Sánchez-Gijón (en el escenario, la reina Hécuba), Maggie Civantos (Helena), Alba Flores (Polixena), Gabriela Flores (Andrómaca), Miriam Iscla (Casandra), Pepa López (Briseida) y Nacho Fresneda (Taltibio, un mensajero) componen el reparto de esta producción, fruto de la colaboración del Festival de Mérida, el Teatro Español y Rovima Producciones.

“No hay dolor que no me pertenezca”, dice el personaje de Hécuba en la voz de Aitana Sánchez-Gijón. Con esa desgarradora afirmación comienza la función, una revisión del drama que supuso la guerra para las mujeres de Troya que, ante los espectadores, toman la palabra para denunciar a quienes decidieron su destino en la más absoluta impunidad, quienes las violaron amparados en la victoria o quienes, simplemente, decidieron sin ni siquiera tenerlas en cuenta de qué manera debían pasar a la historia.

En Las Troyanas, Eurípides narra lo sucedido el día siguiente del fin de la Guerra de Troya, la historia de las mujeres que perdieron aquella guerra. En la adaptación que podrá verse en Córdoba, su directora, Carme Portaceli ha querido quitar el artículo “Las” para descontextualizar y universalizar la obra. “ `Las Troyanas´ -explica- son las ciudadanas de Troya; `troyanas´ encontramos en todas las épocas y en todas partes. Troyanas son las que resisten; y de ellas habla este texto. Habla de esas mujeres, de cómo sufren, de cómo se las reparten, de cómo los vencedores de las guerras destruyen culturas y lenguas…”. Pese a todo, afirma, en la función “no hay lamento”, porque es “algo pasivo”, sino “una lucha por sobrevivir, por mantener la dignidad”. Aquí las mujeres lloran porque sienten dolor, pero hay resistencia en ellas”. Por eso, tras su terrible confesión inicial, Hécuba “aguanta y pelea”. Y una consideración más: “Que no nos quiten la palabra -indica Portaceli-. Ese es el mensaje de la obra”.

Aitana Sánchez-Gijón asegura que su personaje, “con un texto certero y poético maravilloso, representa el sentido de la justicia, la moral y la ética aferrándose a la vida para seguir adelante paso a paso”. Y habla de los refugiado, o de las fronteras cerradas para los que huyen del horror: “No hace falta que vayamos a Troya”, asegura la actriz. “La guerra y sus consecuencias las tenemos junto a nosotros”, concluye.

Por su parte, Alberto Conejero señala que  “en este texto Eurípides decide no salvarse. Da el papel central a las mujeres, y eso es toda una lección para quienes creemos en una sociedad igualitaria”. Y añade que en su adaptación ha intentado hacer convivir al autor griego con el presente. “Termina la obra con una mirada que ahora resulta escalofriante dice-, porque es la de unas mujeres que son refugiadas”.’

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