Andaban él y ella buscándose sin saberlo… y se encontraron, vaya si se encontraron. Esencias, constituye la naturaleza más importante de sus historias culturales, lo que hace que ellos sean lo que son, la realidad mas allá de las modificaciones que puedan sufrir las formas. “Lo esencial es invisible a los ojos” por ello Dorantes y Marina, se dirigen al alma. Dorantes, pura sensibilidad, se sienta al piano casi a hurtadillas, por eso cuando suena la música, y expone su dominio absoluto sobre el teclado, aún resulta más grande que su fama. Dorantes es memoria flamenca que mira al futuro. Es armonía y es ruptura. Es técnica y virtuosismo encendido pero que se conjuga con pasión y sentimiento. Es, como su piano, blanco y negro. Marfil y carne. Hombre y música. Dorantes es realmente, marca de algo distinto. de Marina Heredia, cantaora de flamenco. No nos podríamos equivocar sobre los orígenes de la intérprete. Es la Andalucía bereber y gitana la que aflora. Y si nos centramos sólo en la voz, ésta llega a la esencia de la emoción, a esta parte de misterio inherente al cante flamenco. Marina Heredia, Artista imprescindible, Marina es todo esplendor.
Los gitanos entonan el dolor de los tiempos, esas quejas antiguas del origen del Hombre que se mecen, suicidas, en la sangre callada de los ecos de luz, en la luz de una estirpe que ha nacido de noche y ha hecho música a tientas. Cuando toca Dorantes cada tecla de sangre del piano de cola del salón de los Peña, no se escucha la pieza que se afina en las cuerdas, ni se ven melodías ocupando el ambiente: ahí está la verdad de los hierros mohosos que su abuela vendía con pregones al viento. En su música están los espectros del cante que a pesar del deceso se han quedado en Lebrija, un futuro basado en el viejo tictac del reloj de su casa: el compás de su árbol genealógico en flor. Y una voz querulante, que pleitea consigo por sacarse las puyas de las verdes chumberas que germinan por dentro de su ingente garganta, acompaña ese ritmo, entre riscos del Darro, por la senda que va de Sevilla a Granada, de David a Goliat, de Morayma a Marina, de sonanta a piano, del Parrón a la Heredia. Dos imperios, dos elfos, dos gigantes, dos duendes. Los gitanos entonan el dolor de los tiempos y Marina y David, y Dorantes y Heredia, son gitanos que duelen cuando buscan a oscuras el futuro hacia atrás porque han sido elegidos por ancestros flamencos para ser esa herida que se cura indagando en la música eterna que no tiene patrón, que no está en ningún sitio, sólo está en el lugar donde están las Esencias.
ALBERTO GARCIA-REYES
FORMACIÓN:
PIANO Y COMPOSICION, DORANTES
VOZ, MARINA HEREDIA
Coros y palmas, Anabel Rivera y Fita Heredia
Percusión, Isidro Suarez
Sonido, Juan Antonio Cuevas