El Teatro Góngora acoge mañana la versión teatral de Smoking Room, una celebrada película sobre el conflicto entre intereses personales y bien común
El Teatro Góngora acoge mañana viernes (20:30 horas) la adaptación teatral de Smoking Room, la película de Julio Walovits y Roger Gual estrenada con gran éxito en 2002 y respaldada por numerosos premios, entre ellos, el Goya a la mejor Dirección Novel. El espectáculo llega a los escenarios en un montaje que aunque es bastante fiel al guión original, tiene su propia personalidad y mantiene el espíritu que convirtió a la cinta en una de las películas de autor más celebradas del cine español de los últimos años. Gual, en solitario y con el permiso de Walovits, dirige y adapta a la escena un texto que habla de lo difícil que es para la mayoría de los humanos llevar a cabo un proyecto conjunto, de cómo, en lo que ya es el signo de los tiempos, los intereses personales se ponen siempre por delante del bien común. La versión teatral está protagonizada por Edu Soto, Miki Esparbé, Secun de la Rosa, Manuel Morón, Pepe Ocio y Manolo Solo.
Smoking Room se desarrolla en la sucursal española de una empresa americana, que es obligada a aplicar la prohibición de fumar dentro de sus oficinas. A partir de ese momento, los trabajadores que quieran fumar en horario laboral, deberán salir a la calle. Ramírez, uno de los empleados de la plantilla, mayoritariamente masculina, no considera adecuada esa situación y decide reunir firmas para que los fumadores puedan utilizar una sala desocupada de la oficina, lo que los americanos llaman una smoking room. En apariencia, todos están de acuerdo y van a apoyar la iniciativa. Sin embargo, en la charla de tú a tú con cada uno de sus compañeros Ramírez se encuentra con una serie de excusas para evitar ser incluido en la lista, pretextos que en su mayoría esconden otras razones y que ponen de manifiesto que casi todos tienen algo que ocultar. La obra muestra en diferentes planos la batalla de cada uno de los personajes con sus propios problemas, y cómo ese mundo de pequeñas intrigas acabará explotando y produciendo sus víctimas.
De la pantalla, convertida en película de culto gracias al público y la crítica, la historia pasa ahora al escenario en una versión que reduce a seis los actores, pero con la misma carga dramática e igual mordacidad en los diálogos. Toda la fuerza del montaje, estrenado el pasado mes de octubre en el Teatro Pavón Kamikaze de Madrid, sigue estando en el texto, en los miedos que atenazan a los trabajadores y las miserias que surgen frente al poder. Y para contar las debilidades humanas, qué mejor que una oficina, las interioridades de un lugar de trabajo, un microcosmos donde se viven todas las situaciones. “Un grupo humano encerrado -explica Gual- es siempre un caldo de cultivo que sirve como excusa para contar una historia universal”.
Quince años después del estreno de la película, el director de la versión escénica considera que el mundo laboral ha cambiado, pero a peor. “Hemos ido para atrás. El hecho de intentar defender tus derechos en el trabajo hoy día es más difícil. Todos los miedos se han ido acumulando y la situación es claramente peor”. Gual añade que no hay buenos y malos en esta historia. “Todos tenemos algo de cada uno de los personajes. Son reflejo de una realidad paralizada por el miedo. Yo soy más de preguntas que de reivindicaciones y por eso me planteo esta obra como una posibilidad de hacernos muchas preguntas sobre nuestros propios actos”.