El Gran Teatro de Córdoba acoge mañana sábado Los santos inocentes, primera adaptación escénica de la novela homónima de Miguel Delibes. En el amplio reparto del montaje, dirigido por Javier Hernández-Simón, figuran Javier Gutiérrez (en el papel de Paco el Bajo), Luis Bermejo (Azarías), Jacobo Dicenta (el señorito Iván) y Pepa Pedroche (Régula), entre otros intérpretes. El espectáculo está de gira tras su estreno en abril del pasado año en Valladolid y se ofrece en el Gran Teatro de Córdoba adaptado a personas con discapacidades visuales o auditivas.
La novela, publicada por el autor vallisoletano en 1981, es la obra maestra de su producción y una de las grandes novelas del siglo XX. El libro es un retrato de la injusticia social, el sometimiento y la deshumanización en el ámbito de los latifundios. La historia se centra en la vida de una familia de campesinos que en los años 60 trabaja a las órdenes de los señores de un cortijo extremeño cercano a La Raya, la frontera con Portugal.. El encargado, Paco el Bajo, su mujer, Régula y su cuñado, el entrañable Azarías, pasan sus días sometidos a continuas humillaciones, que soportan sin quejarse. Solo aspiran a que sus hijos puedan estudiar para abandonar esa existencia miserable.
La novela fue llevada a la gran pantalla en una adaptación magistral dirigida por Mario Camus . La película, estrenada en 1984, fijó en la retina colectiva los nombres de Paco El Bajo, interpretado por Alfredo Landa, y de Azarías, un inmenso Paco Rabal, actores ambos que recibieron ex aequo el premio a la mejor interpretación en el festival de Cannes de aquel año.
Para Hernández-Simón, Delibes, como todos los grandes nombres de la literatura y el pensamiento, se pregunta en esta obra sobre el sentido de la libertad, “esa relación entre seres humanos, ese juego perverso en el que uno se convierte en amo y otro en criado”. En el texto, explica, añade, Delibes nos ofrece una esperanza, más que una respuesta. Y lo hace a partir de Azarías, “un personaje que tan solo se guía a partir de su propio sistema ético, que no entiende de límites o normas, pero que percibe a la perfección la diferencia entre el bien y el mal”.
El director del montaje se muestra sorprendido de que hayan tenido que pasar 40 años para poder ver Los santos inocentes en un teatro porque, asegura, “es muy propicia para ser llevada al espacio escénico”. El motivo puede ser, en su opinión, que el peso de una película “tan perfecta” como la que hizo Camus haya influido en que nadie hasta ahora se haya atrevido a subir a los escenarios a los personajes que fijó para siempre en la retina colectiva la imagen de un inmenso Paco Rabal como Azarías, Alfredo Landa en el papel de Paco el Bajo o Juan Diego como el señorito Iván.
La propuesta de los autores de la adaptación “reinterpreta a los personajes desde la mirada de hoy y, en todo caso, desde la nuestra”, explican, Otra decisión importante a la hora de trasladar la historia al escenario fue tener en cuenta la advertencia que el autor expresa en la obra: sus personajes y circunstancias siguen estando ahí, aunque sea bajo otras formas, “aguardando la oportunidad de retornar con fuerza nueva”. “Los santos inocentes, que nadie crea lo contrario, es una novela política en la cual Delibes se compromete con radical nitidez”, advierten.
En su trabajo como director, destaca Hernández-Simón, ha querido poner el foco de una manera muy especial en la educación y su relevancia. Si la libertad, o su ausencia, recorren la novela “su reflejo sobre las tablas –dice– confronta al espectador con la importancia de la educación para fijar los cimientos del pensamiento crítico, de la libertad individual y social, de la lucha contra las injusticias… Delibes escribió un tratado sobre el poder de la educación para construir una sociedad moderna e igualitaria”, concluye.
Por su parte, Javier Gutiérrez, asegura que afronta el papel que interpretó con gran éxito Alfredo Landa “sin ningún complejo de inferioridad, aunque sabemos que somos la hermana pequeña de dos trabajos mastodónticos: la novela de Delibes y su adaptación cinematográfica, que es una de esas joyas, de esos casos, tan difíciles de conseguir, en los que la película está a la altura del libro”.
El conocido actor destaca, por otra parte, la riqueza léxica de Delibes, que muestra un lenguaje “apabullante, muy hermoso sonoramente, pero endiabladamente difícil a la hora de decirlo”. Sin embargo, advierte, ese esplendor del lenguaje no es un impedimento para que la pieza se convierta en un valioso ejemplo de “teatro popular”, porque “esta es una obra que llega a todo el mundo”, afirma.
Gabinete de Prensa IMAE