Malvivir, la obra  programada mañana viernes y el sábado en el Gran Teatro (con una función a las 20:00 horas cada día), reúne en el escenario a Aitana Sánchez- Gijón, Marta Poveda y Bruno Tambascio en una obra basada en las novelas pícaras del XVII, del que ofrece una visión tragicómica. El montaje, según el responsable de la dramaturgia, Álvaro Tato, es “un  viaje a la cara oscura del Siglo de Oro” a través de una mirada actual y con la pretensión de mostrar a un personaje, el del pícaro “que no ha sido tan tratado como se merece”. Malvivir es la tercera producción de la compañía de teatro clásico Ay Teatro, que mantiene intacta su apuesta por  el teatro “puro y básico” y el buen hacer de su consolidado binomio: Yayo Cáceres en la dirección y Álvaro Tato en la dramaturgia.

El texto es una reflexión sobre la libertad y la supervivencia, y  a su vez un rescate  de la literatura picaresca femenina del Barroco a través de fragmentos de La hija de Celestina, de Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo; La niña de los embustes, de Alonso de Castillo Solórzano; La pícara Justina, de Francisco López de Úbeda , o Letrillas, de Francisco de Quevedo. La obra cuenta en primera persona la vida de Elena de Paz, una mujer libre, rebelde, ladrona e ingeniosa, embustera y fugitiva que desafía todas las convenciones de su época y paga el precio de su libertad.

La actriz Aitana Sánchez-Gijón reconoce que no sabía que existiera “casi como un género en sí mismo” la figura de la pícara, un personaje que reivindica su espacio y su libertad y que, en su malvivir, “también tiene –destaca– un lado oscuro y censurable, y pueden ser embaucadoras, timadoras o asesinas”. La actriz añade que el personaje se percibe distinto si es hombre o mujer: “Fascina de una manera más positiva en el caso del pícaro” que en el de la mujer, ”a la que se le presupone que tiene que ser ejemplar”.

En Malvivir sólo hay sobre el escenario dos actrices que interpretan todos los personajes que giran en torno al de Elena de Paz  -más de una docena: la bruja morisca, el buhonero, la dama viuda, el hidalgo…- y la presencia continua de un músico que toca el rabel y canta en directo para acompañar la acción y crear los distintos espacios y atmósferas. Las claves del montaje, destacan sus artífices, se inspiran en ese concepto teatral: “síntesis de elementos, aprovechamiento máximo de las posibilidades del juego escénico y una exquisita labor de vestuario, iluminación, música y ritmo”. La acción muestra  un recorrido por las distintas capas sociales, escenarios y personajes de una época turbulenta y fascinante. También es la historia del amor desgarrado y salvaje entre Elena y Montúfar, dos pícaros miserables en una España de esplendor y hambruna, de ilusión y muerte.

Malvivir ofrece al espectador, en palabras de sus creadores, “un regreso a las esencias, a las claves carnavalescas del fenómeno teatral barroco y pre barroco para zambullirnos de pleno en el lado oscuro de la España áurea: el hambre y la miseria de las desposeídas y marginales que rompen con todos los códigos éticos y morales en pos de la supervivencia y la libertad”. Y por otro lado, “una fiesta de la sugerencia y la teatralidad, con vaivenes entre risa y llanto, con la tragicomedia a flor de piel y las canciones originales (con letras quevedescas) sonando a lo largo de toda la pieza, a modo de aquel teatro itinerante y festivo que tanto se prodigó en la época”.

Gabinete de Prensa IMAE

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