El Gran Teatro de Córdoba acoge mañana sábado (18:00 horas) la versión escénica de una obra maestra de Mario Vargas Llosa, La fiesta del Chivo. Al interés del texto se suman otros factores destacables, entre ellos que sea Juan Echanove el protagonista del montaje en el papel del dictador dominicano Leónidas Trujillo -apodado El Chivo-, y que la dirección recaiga en Carlos Saura. Si a todo ello se le suma que el autor de la célebre novela, después de considerar imposible la tarea, haya calificado de “magnífica” la adaptación a las tablas de su libro, el resultado no podía ser otro: la producción es desde su estreno uno de los grandes éxitos de la actual cartelera teatral.
La magistral obra del Premio Nobel de Literatura apenas ha sido llevada al teatro por su riqueza y complejidad. En La fiesta del Chivo se narran los últimos días del general Trujillo en la República Dominicana, sometida al terror del tirano durante décadas. El autor se vale para ello del personaje de Urania Cabral, una exitosa abogada que abandonó el país de forma misteriosa. Tres décadas después regresa para visitar a su padre moribundo, un alto cargo del Régimen que cayó en desgracia. Durante ese viaje se desvelará el secreto que la mujer ha guardado celosamente desde su huida.
Natalio Grueso, autor de la adaptación, ha utilizado un estilo ameno y directo que se mantiene fiel al riquísimo lenguaje de la obra de Vargas Llosa. El adaptador considera que Trujillo es “un personaje fascinante” y un trasunto del Ricardo III shakespeariano por su habilidad para perpetuarse al frente del país. El dictador gobernó casi durante 30 años ”con una crueldad y megalomanía nunca antes vistas -cuenta-, pero también con una inteligencia que le permitía deshacerse de todos sus enemigos y mantenerse en el poder. Logró imponer un régimen de terror en todo el país”. En consecuencia, explica, el elemento fundamental de su versión para el teatro es “el miedo, un miedo que lleva a todos los personajes a degradarse como seres humanos”. Pese a ello, Grueso destaca que la obra “es una lección de vida que nos recuerda que el valor y la dignidad son los únicos antídotos contra la maldad y la barbarie”.
Como ya lo hicieran con otra obra maestra del `boom´ latinoamericano, -El coronel no tiene quien le escriba, de Gabriel García Márquez, montaje que pudo verse en el Gran Teatro el pasado mes de octubre-, Natalio Grueso vuelve a formar tándem en esta producción con Carlos Saura. El también director de cine se acerca a la obra impactado por los hechos reales ocurridos “durante una de las tiranías más sangrientas de América Latina”, afirma. Saura no se explica cómo “este dictador” cruel y endiosado” pudo gobernar durante tantos años con la connivencia de gran parte del mundo civilizado. ”Trujillo vivió y reinó con inusitada crueldad por la gracia de Dios” y recuerda su famoso lema: Dios en el cielo, Trujillo en la tierra.
Para el director, responsable además del diseño de escenografía y el vestuario, esta es una obra que exige “la excelencia en la interpretación”. Todos los actores “son magníficos, pero debo destacar a Juan Echanove como Trujillo y a Lucía Quintana, como Urania”, dice. Completan el reparto Manuel Morón, Eduardo Velasco, Gabriel Garbisu, Eugenio Villota y David Pinilla.
Juan Echanove se enfrenta al enorme reto de dar todos los matices a un personaje complejo, inteligente, cruel, divertido, megalómano, atormentado, odioso, atractivo… Y lo hace, explica,”sin caer en el estereotipo y sin limitar el personaje”. “He querido -señala el conocido actor-, ser enormemente cuidadoso con el volumen y con el tempo, con la pausa, y no cargar las tintas; dejar que sea la literatura la que lleve al espectador a la reflexión de estar delante de un monstruo”. “La fiesta del Chivo es una advertencia clara contra los salvadores de la patria. La patria la salvan los ciudadanos que se levantan por la mañana y no los dictadores”, concluye Echanove.
Gabinete de Prensa IMAE