La actriz Verónica Forqué encabeza el reparto de Las cosas que sé que son verdad, una obra de Andrew Bovell que sitúa los mecanismos familiares en el centro de su eje argumental y que podrá verse mañana sábado en el Gran Teatro de Córdoba. El dramaturgo australiano y el director, Julián Fuentes Reta, coinciden de nuevo en un proyecto escénico tras obtener los premios Max a la Mejor Obra Teatral y a la Mejor Dirección en 2015 con el espectáculo Cuando deje de llover.
El montaje es un retrato complejo e intenso sobre las relaciones del núcleo familiar -y del matrimonio- desde el punto de vista de cuatro hijos. Junto a Verónica Forqué, dan vida a los distintos personajes Julio Vélez, Pilar Gómez, Jorge Muriel, Borja Maestre y Candela Salguero. Sobre el escenario, en una casa suburbana con un pequeño jardín, una familia de clase media afronta el paso de un año decisivo. A través de la metáfora material del transcurso de las cuatro estaciones, que condensarán el crecimiento y cambio de cuatro hermanos y hermanas y sus vínculos con sus padres, el público asistirá al desarrollo de un organismo vivo que mutará, se agitará y morirá para seguir, siempre, incontenible e imparable.
El texto de Bovell parte de los esfuerzos de los hijos por ser ellos mismos, más allá de los deseos y expectativas proyectadas por sus progenitores, que han trabajado muy duro a lo largo de los años para que sus vástagos disfruten un futuro lleno de las posibilidades que ellos nunca tuvieron. Las cosas que sé que son verdad dibuja las interacciones familiares, destapando las fisuras que ponen en cuestión lazos que aparentaban ser firmes. La obra se sustenta en los principios de un teatro comprometido con el tiempo presente y que explora las emociones que nos conmueven, además de tocar un tema constante en el imaginario del autor australiano: los vínculos de las personas con la naturaleza.
En las Notas del director sobre este montaje, Julián Fuentes Reta dice: “La dramaturgia de Andrew Bovell es valiente, porque no cede nunca ante la belleza del amor ni ante la amargura de la destrucción. En este caso, el foco está en la familia. Y es que, ¿qué otra estructura humana se mantiene en el tiempo?. Nada más que este grupo, ya sea consanguíneo o del tipo que sea”. Y concluye : “Las piezas de Andrew exploran minuciosamente el paso del tiempo y los cambios de los seres que se desarrollan en él, las nutridas elaboraciones que la lluvia, los abrazos o los cientos de puestas de sol y amaneceres dejan en la piel, en el gesto, en la experiencia. Nunca había encontrado una dramaturgia que expusiera como la suya la violenta irrealidad de nuestra vida cotidiana”.