La figura del compositor Gustav Mahler está llena de controversias. Fue uno de los directores de orquesta más reconocidos de su tiempo, y uno de los principales compositores del postomanticismo. Su atormentada vida, que giraba en torno a sus tres obsesiones recurrentes, el amor, la muerte y la naturaleza, queda reflejada en sus composiciones. Su ciclo de nueve sinfonías (diez si incluimos los bosquejos de la décima) es probablemente uno de los más interesantes jamás escrito junto a los de Beethoven, Brahms o Bruckner, y está construido introduciendo de forma magistral melodías populares, fanfarrias o marchas. Pese al aspecto extremadamente novedoso de su música, formalmente hablando, sus composiciones eran de corte clásico.
Gustav Mahler cultivó también el lied, que introdujo en su segunda, tercera, cuarta y octava sinfonías, creando algunas de las partituras vocales mas bellas de la historia.
Su cuarta sinfonía está compuesta a partir del cuarto movimiento, que en principio estaba destinado a ser el séptimo movimiento de la tercera sinfonía. Este movimiento, es un lied llamado “Vida celestial” extraído de “El cuerno mágico de el niño”. Se trata de una canción de júbilo cantada por una soprano, que enuncia los placeres gastronómicos del cielo.
Los otros tres movimientos (un temáticamente contrastante primer movimiento en forma sonata, una “danza de la muerte” en el segundo y un adagio de gran amplitud en el tercero) completan una de las sinfonías más interesantes del compositor alemán.
Son muchas las sinfonías de Mahler que se interpretan en versión de orquesta de cámara, ya que se prestan a representaciones más camerísticas sin perder su calidad musical. En esta ocasión, la versión de la Cuarta Sinfonía de Gustav Mahler para orquesta de cámara es del director de orquesta Carlos Domínguez-Nieto, y tiene una instrumentación de cuerdas (quinteto) flauta, oboe, clarinete, fagot, trompa, percusión y soprano solista.