El Gran Teatro de Córdoba acoge mañana sábado (20:00 horas) La pasión de Yerma, una visión contemporánea del drama de García Lorca protagonizada por una María León que vive su personaje como “un torbellino de colores”, pero también como una mujer insatisfecha que toma la decisión “de querer amar por encima de todos los detonantes de esta tragedia”, según la actriz sevillana. La acompañan en el reparto Jorge Monje, Lucía Espín, Mari Paz Sayago y Diego Garrido.
Pepa Gamboa dirige el montaje, una propuesta que nace de su convicción de que Yerma, a pesar de las múltiples versiones realizadas, nunca se había hecho “como es debido”. Con este planteamiento, contactó con una de las autoras que más admira, Lola Blasco y la persuadió de que la nueva perspectiva tenía fundamento y, además, la dramaturga alicantina consideraba oportuno articular una lectura contemporánea del texto “porque quizá es una de las obras de Lorca que ha envejecido peor. Hoy una mujer puede tener un hijo sin necesidad de contar con un hombre y, además, no existe una imposición social tan fuerte para tenerlos”, señala Blasco.
En una conversación con Laura García Lorca, sobrina del poeta, Gamboa le dijo que a ella siempre le había parecido que Juan, el marido de Yerma, tenía un serio conflicto con su identidad sexual. Un problema que explicaba la imposibilidad de la protagonista de consumar su deseo de alumbrar un hijo. Esa manera de interpretar el clásico lorquiano se convirtió en La pasión de Yerma, estrenada en el Centro Federico García Lorca de Granada, que presentaba así su primera producción teatral.
La directora asegura que no ha querido buscar polémicas ni provocar. Y se traslada a sus recuerdos de la niñez, cuando en su pueblo se casaba algún homosexual y luego su matrimonio no tenía hijos. “La teoría tiene su lógica”, concluye. En cuanto a la elección de María León para interpretar a la protagonista, Gamboa destaca la ambivalencia de esta actriz, que considera perfecta para su propuesta: ”Bajo su aspecto moderno se esconde una mujer muy antigua, que tiene muy presente las tradiciones de sus antepasados”.
En sus notas sobre la dramaturgia Lola Blasco señala que tradicionalmente Yerma ha sido entendida poniendo el foco en la infertilidad de su protagonista, de ahí el carácter simbólico del nombre que Lorca le dio. En el imaginario colectivo Yerma es “la seca” y ella misma se autodenomina “la marchita”. “Sin embargo – advierte la autora -, el poeta andaluz va a dejar claro que, pese al título, el problema no reside en la mujer sino en el marido. ¿Es el problema de Yerma un problema de infertilidad o de pasión?”. La respuesta, para los artífices de este montaje, está clara.