José María Pou se pone en la piel del atormentado capitán Ahab, uno de los grandes personajes de la literatura universal, para relatar su obsesión por la gran ballena blanca en Moby Dick, el montaje que podrá verse mañana sábado en el Gran Teatro de Córdoba. Dirigida por Andrés Lima, la obra ofrece una revisión de uno de los clásicos de Herman Melville en una adaptación para el teatro escrita por Juan Cavestany.

La pieza, según sus artífices, es una fascinante metáfora de la lucha del hombre contra sí mismo y la naturaleza presentada en una depurada puesta en escena. El capitán Ahab pone en evidencia la obsesión humana que va más allá de la razón, las consecuencias de una idea fija capaz de consumir la voluntad y eliminar cualquier elemento bondadoso del alma. Desde su publicación en 1851, la novela de Melville -en palabras de Jorge Luis Borges, “un relato que se agranda página tras página hasta usurpar el tamaño del cosmos”- ha ejercido una poderosa atracción sobre los creadores, una fascinación a la que no han podido sustraerse el cine ni el teatro. Así, se hizo ya una primera versión para el cine mudo en 1926 sobre la historia del combate entre el hombre y la bestia marina, aunque la película más famosa fue la dirigida por John Huston, Moby Dick (1956), con Gregory Peck como protagonista. Entre otras muchas adaptaciones Orson Welles estrenó una versión teatral en Brodway en 1962, y el relato ha sido llevado también al musical y a la ópera.

El montaje que podrá verse en el Gran Teatro reúne por primera vez a dos grandes profesionales de la escena, el actor José María Pou y el director Andrés Lima, juntos en esta versión inspirada en la solitaria figura de Ahab, una invitación al espectador a hacer un viaje a las profundidades de la locura de un hombre capaz de todo para satisfacer su empeño.

Moby Dick es en la actualidad una de las producciones más aplaudidas de la cartelera española. A este gran éxito ha contribuido en no poco el “inmenso” trabajo, a decir de la crítica, de ese “excepcional” actor que es José María Pou, poseedor de todos los grandes premios de la escena española, muchos del cine e incluso algunos de televisión. Su construcción del personaje requiere tal entrega que el veterano intérprete -el año pasado cumplió sus bodas de oro en los escenarios- confiesa sentirse exhausto al término de la función. Éste es, afirma, el papel más exigente que ha hecho. “Estoy durante hora y media -explica- a mil revoluciones por minuto. Ahab es un hombre en un estado permanente de locura, está siempre al límite. Hay que hacer el personaje como si llevara a la ballena en brazos; acabo agotado”.

No obstante, Pou destaca también la energía que le da el texto, además de la propia personalidad del viejo marino. “Soy enormemente feliz haciendo este personaje. Juan Cavestany ha hecho una versión modélica. Ha recogido ese novelón de mil páginas en algo más de una hora, y no falta nada de Moby Dick, está todo lo esencial. Tiene un lenguaje poético precioso y te permite disfrutar diciendo textos maravillosos, comunicar con el público a través de la palabra, que es una de las funciones del actor”.

El actor catalán explica por qué Ahab es todavía un personaje actual: “Él ejemplifica cómo las emociones llevadas al extremo son perjudiciales: se pudren dentro de uno y pueden llevarlo a la locura. Pero hay una segunda lectura: Ahab es por encima de todo un personaje egoísta, un loco desmesurado que por cumplir su deseo es capaz de contratar a una tripulación para llevarla engañada a un viaje suicida. En esa decisión arrastra a otros hombres”. Esos compañeros del infernal viaje del Pequod, el barco ballenero donde transcurre la acción, están encarnados en el montaje por los actores Jacob Torres y Oscar Kapoya, que interpretan cada uno a varios marineros.

Pou cumplió el pasado año sus bodas de oro con los escenarios, 50 años de carrera en los que ha dado vida a personajes míticos, con interpretaciones que la crítica ha recibido con grandes elogios. Entre esos papeles hay un personaje monumental con el que el furibundo capitán tiene, en su opinión, semejanzas. “Ahab tiene mucho de Rey Lear, de personaje shakespeariano. Son personajes crepusculares… dos viejos. Ambos son conscientes de que han perdido todo lo que tenían y de que están al final de su vida y no van a poder recuperarlo”, afirma.

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