A la cuarta edición nuestro concurso pasa de ser exclusivamente de cante, a ser de Arte Flamenco en sus tres facetas principales: cante, baile y guitarra. Se mantienen diferencias económicas que, quiérase o no, establecen una jerarquía de valores de unos a otros cantes y, así, bailes y toques. Sigue siendo el premio de honor para las seguiriyas y tonás. Mientras que los fandangos tienen, a juzgar por la diferencia económica con la que se dotan, un premio con carácter de «consolación». En medio, y en escala descendente, soleares y bulerías, malagueñas, tarantas, granaínas y cartageneras, tientos y tangos, alegrías… En el mismo orden jerárquico queda el baile, desde soleares y bulerías hasta fandangos y verdiales, pasando por farrucas y alegrías. Pensamos a estas alturas que puede ser este el origen de que se hayan estimado unos cantes sobre otros, y de tal guisa cultivados, en los festivales.
De esta manera, hay que convenir en que los Concursos de Córdoba han hecho Historia Flamenca de los últimos cuarenta años. En ciertos aspectos, pese a su espíritu clasicista, fue motor de cambio no ya en la estética de este arte sino en otros movimientos significativos de apertura hacia la «progresía» sociológica y artística. Ese cuarto concurso, primero de Arte Flamenco dio su premio de honor a José Menese que ya cantaba aquello de «Señor que vas a caballo y no das los buenos días…» o aquel otro mensaje de rebeldía en clave de grito: «Qué bien jumea de Diego Vázquez la chimenea, doto la leña, que quien quema lo suyo a nadie empeña. Mira y aprende de qué manera nunca se apaga el humo en ca La Melera». Maravilla de lenguaje figurado, lenguaje-imagen. Antes que nada fue Córdoba a José Menese la que avalaba su dignidad cantaora, su ceremonial, su actitud firme como las columnas de Hércules de la Alameda sevillana.
Fue aquel el momento cumbre de un Antonio Núñez El Chocolate, también premiado, que llega rendido y despistado ya al tiempo de su Giraldillo. Manuel Mairena… Hasta Canalejas de Puerto Real pasó entre los distinguidos en aquel concurso. Fue el año también del reconocimiento primero a Matilde Coral y Paco Laberinto, como a Manuel Cano y a Manuel Morao, entre otros. Caso curioso es que se quedara sin premio, después de concursar, Terremoto de Jerez, pero tampoco puede esto, o no debe, extrañar a nadie: Terremoto fue un cantaor sensacional, pero anárquico e irregular por aquellos tiempos de tablao madrileño de su carrera artística. Córdoba no se atrevió con él a significar la bendita heterodoxia o la escandalosa anarquía.
CANTE:
Premio de honor «Tomás El Nitri» (Siguiriyas y Tonás)
JOSÉ MENESE
Premio «Joaquín el de la Paula» (Soleares y Bulerías)
MANUEL MAIRENA
Premio «Juan Breva» (Malagueñas, Granaínas, Tarantas y Cartageneras)
CANALEJAS DE PUERTO REAL
Premio «Pastora Pavón, Niña de los Peines»:
Antonio Núñez Montoya CHOCOLATE
Premio «Aurelio Sellés» (Alegrías y Mirabrás):
FLECHA DE CADIZ
Premio «Cayetano Muriel» (Fandangos de Huelva, Lucena y Verdiales):
María Zamorano LA TALEGONA
Accésit: Manuel Gómez Segovia y Niño de la Magdalena
Premio «Rojo El Alpargatero» (Cantes de Levante):
Manolo de Vega FOSFORITO DE VALLADOLID
BAILE:
Premio «Antonio» (Soleares y Bulerías):
PACO LABERINTO
Accésit: Eugenia Montero
Premio «Pastora Imperio» (Farruca):
DESIERTO
Accésit: Luisa Verrette
Premio «Pilar López» (Alegrías):
MATILDE CORAL
Premio «Verdiales» (Fandangos y Verdiales):
Grupo FERIA DE MAYO, de Sevilla
Premio Infantil extraordinario: ROSITA MORENO
GUITARRA:
Premio «Patiño»:
Manuel Moreno «MORAITO»
Premio «Ramón Montoya»:
ALEJANDRO MARTIN Bada
Premio «Manolo de Huelva»:
PACO EL DEL GASTOR
Premio «Sabicas» (Concierto de guitarra):
MANUEL CANO
Diploma: Manuel Reyes Heredia
Nacida en 1935 es, sin duda, una de las figuras más destacadas de la escuela sevillana del baile, tanto en la ejecución de su danza como en su labor como profesora y docente.
Ambas facetas han sido reconocidas con innumerables premios, entre los que se encuentran los más importantes: Juana «La Macarrona» (1967), Encarnación López «La Argentinita (1968) y la primera y única Llave de Oro al Baile (1975). En 2001 recibió la Medalla de Oro de Andalucía en reconocimiento a su labor como conservadora de la escuela sevillana de baile andaluz. En aquella edición de 1965, el baile y la guitarra se unían al Concurso, por lo que dejó de llamarse de Cante Jondo para pasar a denominarse de Arte Flamenco. Y Matilde no tuvo rival en la modalidad de Alegrías, llevándose con autoridad el premio, bautizado entonces, con el nombre de otra de las grandes de la época, la donostiarra Pilar López.