I Edición, Fosforito. 1956

El IX Concurso estrena Ayuntamiento democrático con Julio Anguita de Alcalde. La Comisión Organizadora acusa la proporcionalidad política en el nuevo Ayuntamiento, pero se tiene en cuenta al presidente de la Comisión Organizadora del anterior concurso, como una consideración a la experiencia y a una voluntad de continuidad. Desaparecen de esta comisión los «abonados a Córdoba» Gonzalo Rojo y Amós Rodríguez, y aparecen por vez primera los representantes de la Peñas Flamencas de Córdoba, por otra parte la ciudad penística por excelencia.
Otra novedad impuesta por el nuevo orden democrático y su entusiasmo de primera hora es la constitución del Jurado. En principio se quiso representar en tal Jurado a personas elegidas por las peñas flamencas provinciales, pero no existían todavía federación provinciales y pronto se advirtió que podría ser un fracaso. No había institucionalidad ni organizacón peñística, ni había interlocutores válidos. No obstante se designaron por parte de las distintas provincias a sus propios representantes, aunque estas selecciones fueron en la mayoría de los casos de manera muy irregular. Córdoba no entró en la problemática particular de cada provincia ni en el procedimiento de elección que cada uno llevara a cabo. Fue el caso que nos vimos asistidos por representantes de esta provincias: Granada, Córdoba, Castilla la Nueva, Zona de Levante, Sevilla, Cataluña, Cádiz, Extremeño-Leonesa, Málaga, Huelva y representante del VII Congreso de Organizadores de Festivales Flamencos.
Este ha sido el único Jurado elegido a voluntad democrática, pero al faltar la infraestructura de organización democrática, no sólo fue un desastre en el aspecto representativo, sino en el aspecto decisorio o deliberante. Las discusiones fueron bizantinas y los atranques por «los cerros de Ubeda», cuando no «balaban las ovejas». El resultado fue dos premios para El Cabrero, y otros correspondientes para El Chaquetón, Manolo Avila, María Oliveros, Angelita Vargas, Milagros…, y los dos premios para Manuel Domínguez de guitarra. El premio solista ocasionó la protesta del público más grave que se recuerda en la historia de los concursos cordobeses, protagonizada por el barrio del Campo de la Verdad que era partidario, no digo tanto con razón aunque sí con bastante fundamento, al margen del posible chauvinismo, de Antonio Prieto El Curri. Pero, de nuevo la verdad en su centro, hay que decir que aquí hubo unanimidad para Manuel Domínguez, pese a la gran técnica guitarrística del Curri. No había en el Jurado un solo asesor técnico de guitarra profesional y todos nos sentimos ganados por la expresividad tierna, sugerente, sencilla al mismo tiempo, de Manuel Domínguez en su «solo de guitarra». Aquello sorprendió a los mismos jueces.
No hubo la misma unanimidad, ni mucho menos con El Cabrero. Recuerdo que, para decidir su premio de malagueñas, nos ensalzamos Vallecillo y yo en una polémica «a todo trapo». Vallecillo era partidario de darle el premio de malagueñas al Cabrero; yo, de ninguna manera: la veía cruzada e híbrida sin calidades expresivas correspondientes. Tras de larga y ardua discusión, se pasó a la votación y la ganó Vallecillo.

CANTE: 
Diploma Especial «Silverio»:
DESIERTO
Premio «Manuel Torre»:
DESIERTO
Premio «Mercé La Serneta»:
José Dominguez EL CABRERO
Premio «Manuel Reyes “El Canario”:
EL CABRERO
Premio «Enrique “El Mellizo”:
        EL CHAQUETÓN
”Premio «Don Antonio Chacón»:
 MANUEL ÁVILA RODRÍGUEZ

BAILE:
Premio «Juana La Macarrona»:
 MARÍA OLIVEROS PAREJO 
Premio «La Malena»:
CARMEN LOZANO SANTOS
Premio «Pastora Imperio»:
 ANGELITA VARGAS
Premio «Encarnación López, La Argentinita»:
 MILAGROS Pérez Martínez

TOQUE:
Premio «Ramón Montoya» (Concierto):
 MANUEL DOMÍNGUEZ
Premio «Manolo de Huelva» (Acompañamiento):
MANUEL DOMÍNGUEZ

Sólo dos cantaores han sido definidos como «fenómenos sociales», debido a su impacto en los públicos más diversos: El Cabrero es uno de ellos. Su genialidad, talante, personalidad, postura vital y su compromiso con el cante sin aditivos y con los grandes temas que preocupan a la humanidad, hacen de él una figura única e irrepetible del cante jondo.
Basa su repertorio en los palos más duros del flamenco, como la soleá, la seguiriya, las tonás y su cante se caracteriza por su sobriedad, fuerza, autenticidad y por una apabullante personalidad que le permite recrear los estilos legados por la tradición imprimiéndoles su apasionado temperamento.
El Cabrero inicia su andadura en 1972, con La Cuadra de Sevilla, en gira por España, Francia, Italia y Suiza. El éxito obtenido lo conduce a realizar, poco después, una serie de recitales en Suiza y Francia, pero, esta vez en solitario, el debut sería en el Théâtre de l’Atelier de Ginebra, en marzo  1973.
En 1975 graba su primer disco. En 1980, ya con una enorme popularidad en su haber, gana dos Premios Nacionales en el Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba —por Soleá y por Malagueña— y su figura se hace habitual, año tras año, en todos los grandes festivales de Andalucía.